Cómo conseguir mayor rendimiento en tu día a día mediante la neurociencia

Neuroplasticidad autodirigida aplicada a tu vida

Dentro de la comunidad neurocientífica, uno de los aspectos que más se ha investigado en los últimos años es el de la neuroplasticidad cerebral. Nuestro cerebro tiene la capacidad de ser modificado físicamente por nuestra mente, por nuestros pensamientos, mediante la eliminación y creación de conexiones neuronales, en base a aquello que pensamos y dónde ponemos nuestra atención. El cerebro redirige y reutiliza neuronas y circuitos neuronales para realizar las funciones que le pedimos. Por ello, si por ejemplo pensamos continuamente en comprobar si hemos cerrado la puerta o en fumar, nuestro cerebro comprenderá que esas tareas son importantes para nosotros. Como ya mencioné en otro artículo, nuestro comportamiento y toma de decisiones inconsciente supone el 95% del total. Cuando estamos poniendo el foco en una tarea, programamos nuestro cerebro inconsciente para que trabaje sobre ello cuando nosotros no llevamos conscientemente el mando de la nave, cuando funciona el cerebro automático.

Aprendizaje por error de previsión

El cerebro visualiza un escenario que quiere alcanzar y ensaya una serie de comandos para intentar hacerlo. Un ejemplo claro es el cerebro de un bebé que quiere tocar algo, y mueve distintas partes de sus piernas y brazos de forma aleatoria. Algunos, por casualidad, resultan efectivos.

El cerebro calcula en cada intento la diferencia entre lo esperado y lo que se consigue. Luego el mecanismo se refina en base a los casos de éxito, y el cerebro solo ejecuta algunas acciones.

Este aprendizaje no declarativo (inconsciente) es el que utilizamos para conseguir las tareas más complicadas y difíciles de aprender en nuestras vidas, como a ver o a andar.

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Un experimento de neurocientíficos

Mientras estudiaba su doctorado en Nueva York, el gran neurocientífico argentino Mariano Sigman y sus colegas, realizaban experimentos con el aprendizaje por error de previsión. En concreto, observaron que la temperatura en la punta de su dedo, oscilaba entre 31 y 36 grados y se propusieron aprender a subirla mediante su voluntad. Al principio solo algunas veces, de forma aleatoria conseguían hacerlo. Unos días después, conseguían hacerlo, pero de forma imprecisa. La siguiente semana, ya tenían un control perfecto: con solo pensarlo, controlaban totalmente la temperatura del dedo. ¿Cómo? No sabían explicarlo. Pero… ¿acaso podrías describir cómo lo haces para ver?.

Centrarse en el problema o en la solución

El ejemplo anterior es llamativo para tratar de controlar las órdenes que enviamos a nuestro cerebro, y hacerlo siempre centrándonos en la solución a una situación más que en el problema en sí. Al concentrar nuestros pensamientos, el cerebro atribuye a la solución de una situación una importancia elevada, y trabajará poniendo recursos (neuronales) a su cargo.

La importancia de mantener el foco y la atención en el presente y en la solución también es crucial para evitar el principal problema de divagar: la aparición de los temibles ANTS. No, las pobres hormigas no tienen la culpa de nada. Me refiero a los pensamientos automáticos negativos (ANT es su acrónimo en inglés), la tendencia evolutiva de nuestra mente a buscar la supervivencia poniéndose en el escenario peor. Otro día hablaré de ellos, mientras tanto, como afirmaba el malogrado Robin Williams en “El club de los poetas muertos”, seize the day. Aprovecha, (y fija en él tu atención consciente), el momento.



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